Cuando hablamos de un cambio, de qué hablamos? A veces nos empeñamos en cambiar muchas cosas, nuestra forma de vestir, la música que escuchamos, los estilos de vida e incluso la manera de sentir. Pero no es tan fácil insertar un chip en la mente y hacer las cosas de otra forma. Puedo decir un día que no comeré más chocolates o dejaré de lado las peliculas románticas. También prometer que haré más ejercicio o estudiaré para la próxima prueba. Quizás eso lo pueda lograr, pero cuando te propones dejar de sentir algo por alguien, es mucho más complicado. Cuando dicen que el corazón tiene razones que la razón no entiende, tienen razón. Si bien, uno siente como piensa, uno no piensa como siente. En el fondo, estamos presos por nuestros sentimientos. Tratar de cambiar siempre es una promesa, pero acaso es factible cumplirla?
Hoy diré que olvidaré a alguien, pero no tengo la certeza si mañana lo olvidé. Y de tanto prometerte a ti misma que cambiarás, fracasas. Hay cosas que simplemente no se pueden modificar, no depende de nosotros porque ya pertenecen a nuestra esencia. Es absurdo borrar algo de ti como si fuera un lápiz de mina sobre la hoja de respuestas. Tal vez tropiece una y otra vez con la misma piedra, caiga, me haga una herida y llore por el ardor. Me quejaré una semana por el dolor y usaré una vendita para disimularlo. Luego trataré de sanarme, pero la cicatrización es larga y si no tienes cuidado se puede abrir de nuevo la herida.
Solo puedo mantener la esperanza de que aprenderé algun día, pero no voy a intentar cambiar de golpe, porque en la obstinación está el fracaso. Y así, nunca podré llegar a sanarme del todo. Quizás encontraré una respuesta o viviré en la incertidumbre, nada me asegura que mi deseo se cumplirá. Si tuviera esa certeza, no me movería en el mundo buscando ese algo que me falta. Como dice una canción déjalo ser.
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